25.8.05

Más peligroso porque nos gusta

Hay dos maneras de marchitar el espíritu de una cultura. Con la primera, la orwelliana, la cultura deviene en prisión; con la segunda, la huxleyana, la cultura deviene en parodia.
Cuando una población se vuelve distraida por trivialidades, cuando la vida cultural se redefine como una perpetua ronda de entretenimientos, cuando la conversación pública seria se transforma en un habla infantil, es decir, cuando un pueblo se convierte en un auditorio y sus intereses públicos en un vodevil, entonces una nación se encuentra en peligro; y la muerte de la cultura es una posiblidad real.
... es más fácil que la ruina espiritual provenga de un espíritu con una cara sonriente que de uno cuyo rostro exuda sospecha y odio... el Gran Hermano nos vigila por su propia voluntad; nosotros lo observamos a él por la nuestra.
El mundo de Orwell es más fácil de reconocer y de oponerse a él, que el de Huxley.
...(la tecnología) es una ideología, porque impone un estilo de vida, un tipo de relaciones humanas y de ideas, sobre las cuales no hay consenso, ni discusión, ni oposición, sino sólo conformidad. La conciencia pública todavía no ha asimilado el hecho de que la tecnología es ideología.
Desconocer que una tecnología viene bien equipada con un programa de cambio social, insistir en que una tecnología es neutral, asumir que una tecnología es siempre amiga de la cultura es, en este momento, una insensatez pura y simple.
Aquí está la ideología sin palabras y tanto más poderosa por su ausencia. Todo lo que se necesita para mantenerla unida es un público que cree devotamente en lo inevitable del progreso.
Aparentemente, hemos avanzado hasta llegar al punto de captar la idea de que un cambio en las formas, el volumen, la velocidad y el contexto de la información significan algo, pero no hemos pasado de ahí.
...ningún medio es excesivamente peligroso si los usuarios perciben sus riesgos.
Aldous Huxley creía, al igual que H.G.Wells, que estamos inmersos en una carrera entre la educación y el desastre.
El discurso público en la era del espectáculo
Neil Postman