Con sonidos guturales y ademanes que remitían a penetraciones desprejuiciadas, el desclasado intentaba vanamente atraer a los dos inglesitos. La desilusión se le veía en los ojos, eran dólares que se escapaban.
Hasta que finalmente entendió lo que los rubios intentaban decirle mientras apuraban el paso, y casi feliz empezó a gritar: "¡¡Tengo mens también!!"
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