23.9.05

Cuando la mierda tenga valor los pobres nacerán sin culo (*)

Periódicamente se llega a la conclusión de que la selección es demasiado temprana, los procedimientos de evaluación no son lo bastante justos o las diferencias de origen no han sido adecuadamente tenidas en cuenta o compensadas, pero tales problemas parecen poder resolverse con nuevas reformas que, por fin, convertirán a la escuela en el deseado mecanismo meritocrático de distribución de las oportunidades sociales que todos queremos que sea. Todo esto se expresa sintéticamente en la idea de la igualdad de oportunidades, que llega a sustituir a la de igualdad de resultados hasta el punto de llevarnos a aceptar que las diferencias sociales son tolerables siempre y cuando cada cual salga de un mismo punto de partida en la carrera por los empleos, los ingresos, el prestigio, etc.
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Desde un punto de vista global, la promesa es falsa, puesto que no todo el mundo puede acceder a las posibilidades sociales más deseables: primero porque éstas son, por definición, escasas; y, segundo, porque la mayoría ya están repartidas de antemano. Sin embargo, individualmente puede ser cierta y lo es en un número de casos suficiente para, una vez convenientemente aireados, mantener su credibilidad. La escuela se convierte así en una válvula de escape que desactiva las contradicciones sociales.
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La idea de una sociedad dividida, escenario de conflictos sociales, es sustituida por la de un continuo armónico en el que las diferencias son simplemente de grado, no oposiciones irreconciliables. La sociedad deja de ser culpable porque cada cual ya es responsable de su propia suerte. La imagen de la discriminación social deja paso a la del éxito o el fracaso individual, y, para más señas, escolar.
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Mariano Fernández Enguita.
La escuela a examen
(Un análisis sociológico para educadores y otras personas interesadas)
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(*) Jean-Luc Godard, cineasta francés. (Carmen. Pasión y muerte)